Este mes traemos un árticulo de Milena Plebs (www.milenaplebs.com) publicado en El Tangauta “La revista de tango” en el núm. 163 (mayo 2008) que trata un tema "interesante" para aprender y debatir.
En la enseñanza de tango, los profesores y alumnos se encuentran con la dificultad que genera la asistencia de personas con distintos niveles de baile a una misma clase. Es costumbre que las clases se estructuren en tres niveles: principiantes, intermedio y avanzado.
El tango argentino no es un baile académico, es un baile popular y la forma de enseñarlo es ecléptica. No se acostumbra que el maestro haga una preselección antes de las clases. Esta danza en pareja es exótica y magnética. Los intrincados movimientos de las piernas generan una fascinación a la cual muchos no pueden resistirse. Hay gran ansiedad e impaciencia por probar la complejidad del baile y no siempre hay conciencia de dónde se está parado en el proceso de aprendizaje. Esto puede complicar la fluidez del desarrollo de la lección, si es que está orientada a un nivel especifico. Actualmente, en todas las latitudes hay gran demanda de clases y regularmente los maestros vemos gente que toma lecciones de un nivel para el cual aún no están preparados. Además, siendo un baile de a dos, la diferencia de niveles podría complicar el progreso de otro compañero o compañera de mayor experiencia.
El tango es una danza atractiva, sugerente, y quizás tienta experimentar las figuras llamativas inmediatamente, cuando aún no se han asimilado sólidamente las bases.
Es prioridad trabajar en la armonía de este sistema de baile desde el comienzo: equilibrio, coordinación, postura, abrazo y mecanismo de acción y reacción que genera todo el baile, los cambios de peso y de dirección, el pivot, etcétera. Ir construyendo desde lo más sencillo, para luego ir evolucionando en la medida de las propias posibilidades. Cada uno debe apelar al sentido común para realizar la elección del nivel apropiado. Al transmitir los rudimentos de la danza, el profesor da explicaciones muy específicas sobre la esencia del baile y es muy útil aprovecharlas. Lo simple en la danza es un desafío. La lentitud brinda la posibilidad de verificar si se tiene equilibrio y si se pueden resolver las distintas instancias del baile.
¿Cómo darse cuenta de que se está asistiendo a una clase de un nivel correcto? La señal podría ser la frustración. Si ante reiterados intentos por hacer los pasos que marca el maestro, la frustración por no poder hacerlos persiste, posiblemente no se tenga el nivel necesario para realizarlos.
Tampoco hay que olvidar que la danza es goce, mejor ir avanzando de a poco para no perderlo. Y aunque se tenga un buen nivel de baile, es saludable volver periódicamente a revisar las bases. Visitar otros maestros nos puede dar enfoques diferentes del material elemental y asi enriquecer nuestro baile.
Concluyendo, vale recordar la frase célebre que oía repetir al gran Virulazo: “el día que te creés que bailás bien, no aprendés más”.
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